Una lovemark es, como su nombre lo dice, una marca que es amada por sus consumidores. Es decir, que el nivel de fidelización ha llegado a un punto tan elevado que los compradores las prefieren ante todo y están dispuestos a hablar bien de ella y defenderla siempre.
Como peruana, creo que la marca más querida para todos nosotros es y será Inca-Kola. A pesar de que ya no es cien por ciento de capitales peruanos, esta bebida siempre ha sido la defensora de las mejores características peruanas como la creatividad, el entusiasmo y la picardía que nos suele caracterizar y es imposible negar el orgullo que sentimos al ver cada publicidad. Además, el Perú es uno de los pocos países en donde la gaseosa más vendida no es Coca-Cola, la lovemark por excelencia y la segunda en mi lista.
Las miles de estrategias de marketing que Coca-Cola han hecho que a lo largo de los años se convierta en la marca modelo. Esta bebida mundial no se caracteriza por su contenido y sabor espectacular, sino por la habilidad de relacionarse con un sentimiento tan importante y buscado por todos: la felicidad. Y es que es imposible no emocionarse al ver las campañas de publicidad que realiza mundialmente. Recuerdo el último slogan lanzado “volvamos a jugar a que el mundo nos necesita”, que trajo en mí recuerdos de la infancia y la necesidad que todos los jóvenes tenemos de hacer algo para cambiar el mundo.
Otra marca que no cambiaría por nada es la importante cadena de comida rápida, Bembos. Con una excelente táctica de marketing creada hace poco más de 10 años y sobreviviente del terrorismo peruano, es para mi una gran representante de la gastronomía peruana que no deja de tener la ventaja competitiva de todo fast-food: la rapidez del servicio. Es por esto que a pesar de que hace casi un mes estoy tratando de dejar la comida chatarra, no puedo dejar de comer en Bembos, así sea una ensalada, ya que la sazón sigue siendo incomparable.
En el caso del supermercado Wong, creo que fue ahí donde inició mi gusto por las compras y por conocer como funcionan todas esas marcas de las que vivimos rodeados. Desde que tengo uso de razón, mis papás me llevaban a hacer las compras semanales al mismo Wong, ubicado hasta el día de hoy en Chacarilla, y me parece que no me equivoco si digo que todos nos emocionábamos un poco al llegar al local. Mi papá que corría a comprar el pan más fresco, mi mamá que lo veía como su escape de la rutina del día a día en la casa y yo con mis hermanas buscando los mejores dulces para escabullirlos en el carrito de compras.
Finalmente, saltando a un contexto más global tengo que decir que Disney es una marca que no cambiaría por nada, ya sean sus películas o sus parques temáticos, es inevitable emocionarse al pensar en la magia e imaginación que significa esta marca. La capacidad para producir recuerdos insuperables es la que la hace tan especial. En mi caso, me es inevitable recordar las películas de Pixar, en especial Toy Story y Up, y los paseos a Disney World sin emocionarme como una niña.